Parece que incluso en estos momentos en los que todos tenemos motivos objetivos para experimentar altibajos emocionales, aún seguimos presionándonos para sentir felicidad. De verdad, esta montaña rusa emocional en la que puede que te veas inmerso, es normal. Lo importante es que no te presiones para sentirte feliz, sino es así como te sientes realmente.
Realmente, esta presión no viene de las circunstancias COVID de estos últimos años. Hay personas que ya vienen de un gran entrenamiento en presionarse para estar bien. Así, posiblemente tú no 😉 , pero habrás observado que hay personas que:
- Da igual lo mal que se sientan que no lo suelen compartir por si molestan o preocupan a otros
- Embotellan sus preocupaciones, ansiedad o malestar, pero se presionan para hacer una buena reunión, o poner buena cara ante los demás.
- Llenan su día voluntaria o inconscientemente de actividades y obligaciones, buscadas o no, para no encontrarse cara a cara con su malestar.
- No piden a los demás lo que realmente necesitan para encontrarse mejor.
- Saltan de forma extraña e intensamente emocional por circunstancias que realmente no son tan importantes.
- Sin darse cuenta, han limitado su flexibilidad mental, tratando de buscar una seguridad o certidumbre que realmente no les calma.
La fatiga pandémica no ayuda
En Everyday Health, en su artículo How to not let Pandemic Fatigue turn into Pandemic Burnout, se menciona la definición del Dr. Nestadt, de fatiga pandémica. Se refiere al agotamiento que puedes estar sintiendo después de meses de estar viviendo un estilo de vida determinado, invirtiendo mayor tiempo y energía de lo normal.
Es decir, por un lado, tienes el agotamiento por las nuevas medidas personales, familiares, laborales y sociales que has tenido que asumir, que te han llevado a dedicar más tiempo y energía en tu cabeza. Y por otro la necesidad de normalizar tu vida a lo más parecido a lo que tenías antes. Si a esto le añades, que sueles huir de sentirte mal, y te presionas por sentirte feliz, tenemos un cocktail hermoso de emociones encontradas con las que luchar.
Consecuencias de presionarte para sentirte feliz
- Sentimiento de culpa cuando no eres capaz de sentirte feliz.
- Foco en que no eres capaz de controlar las emociones más difíciles.
- Evaluación constante de cómo te sientes y juicio negativo de las emociones más difíciles o impactantes.
- Reacción intensamente negativa cuando experimentas cualquier signo de las emociones que no “deberías” sentir: enfado, ansiedad, tristeza, miedo…
- Experimentar emociones difíciles está asociado a la idea de fracaso. Teniendo en cuenta que es normal que sientas todo un abanico de emociones, te sentirás constantemente fracasado cuando evalúes que no te sientes feliz.
- Te lleva a esconder tus verdaderas emociones y posiblemente a “embotellarlas” para no sentir. Habrás experimentado que esto no funciona realmente ya que estas emociones luego multiplican su intensidad cuando menos te lo esperas.
- Consumes un extra de energía mental y emocional para “forzarte” a estar feliz, lo que aumenta el agotamiento.
- Te sitúa en un esquema mental que evalúa lo que está bien y lo que está mal sentir.
- No aceptas que puedas valorar que eres feliz, si sientes alguna emoción que no “deberías”. Es decir, sentirte feliz con tu vida es incompatible con experimentar emociones de miedo, tristeza o ansiedad.
- Foco constante (esfuerzo mental extra) en sentirte como se espera de ti o como tu crees que deberías sentirte dada tu vida.
- Poca practica en técnicas de aceptación y afrontamiento emocional, con lo que puede haber una gran dificultad para adaptarse a los cambios e imprevistos.
- Búsqueda constante de que las cosas ocurran como tú esperas o has imaginado en tu cabeza para poder sentirte feliz.
- Sensación de falta de control.
- Foco en lo externo a ti como causante de tu malestar, que tratas con todas tus fuerzas de que no te afecte.
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“Quiero conseguir que no me afecte”. (De verdad ¿no quieres que la vida te afecte?)
Una de las peticiones más frecuentes tanto en los procesos de coaching personal como coaching profesional. Casi siempre hay un momento en que la persona verbaliza: “quiero conseguir que no me afecte”. Pues… !estás vivo!, y vivir significa sentirse afectado por las circunstancias que vivimos, así que es un poco difícil :-).
Detrás de esta petición suele haber una historia de grandes esfuerzos por no sentir emociones distintas a las de bienestar. De hecho, la persona suele venir agotada de tantos intentos infructuosos por esperar que las situaciones sean distintas y que no le hagan sentir mal.
Parece que no acabamos de interiorizar que se puede ser feliz, aunque en determinados momentos sientas tristeza, inquietud, ansiedad, miedo, enfado… Todas las emociones que el ser humano es capaz de sentir forman parte, y dan forma, a nuestra felicidad.
Si la mitad de la energía que a veces pones en “no sentir” esas emociones incómodas las focalizaras en aceptar la emoción y ver de qué te sirve, podrías realmente “usar” tus emociones para restaurar tu bienestar. Las emociones son tu sabiduría personal, única e intransferible. Te aportan información, de qué es importante para ti, cuáles son los motivos que la provocan, y cómo puedes aprovecharlas para restaurar ese bienestar que buscas. Así, es cómo realmente, si quieres podemos usar tu petición, puedes conseguir que no te altere, que no te afecten tanto determinadas personas o circunstancias. Pero, ¡ojo!, querer que no te afecte, no pasa por evitar sentir.
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Prueba a dejar de negar y juzgar tus emociones. Te corresponde ahora ser compasivo.
Como te planteaba, la presión por sentirse feliz, te posicionará mental y emocionalmente en un enfoque de negación de tus emociones y/o en un constante chequeo de emociones a ver si te sientes como “deberías sentirte”. Entonces tu mente jugará en blanco y negro: me siento bien o me siento mal. El enfoque emocionalmente inteligente es qué siento, qué motivos causan esta emoción, y qué me dice esta emoción que necesito hacer para restaurar mi bienestar o regular la intensidad de mis emociones.
Ser compasivo significa invertir tiempo y energía (menos de la que inviertes en negar las emociones) en comprenderte y en tomar decisiones para restaurarte. Cuando determinadas personas vinieron a las sesiones queriendo “que esto no me afecte”, aprendieron a:
- Aceptar las emociones como parte de su vida y de su felicidad.
- Comprender mejor de dónde viene el aviso emocional que el cerebro les envía.
- Interiorizar que las emociones, todas, protegen su salud mental y emocional.
- Identificar las emociones como “pistas” para no dejarse llevar o intentar ocultarlas, sino prestarles atención.
- Saber mucho más rápido que antes porque se sienten de una forma distinta a la que les gustaría.
- Comprender mejor a los demás.
- Hacerse responsables de regular la intensidad de sus emociones para poder tomar decisiones.
- Identificar patrones muy aprendidos de afrontamiento emocional que son tóxicos para ellos.
- Reformular nuevos enfoques de afrontamiento emocional que les permiten cuidarse mental y emocionalmente.
- Aceptar que todas las emociones les acompañarán en su vida. Y así, que lo contrario sería preocupante realmente. Con lo que, sentir, es sano y saludable.
- No asustarse de las emociones más incómodas, porque son su fuente de sabiduría personal.